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15 de Mayo, 2023

Carolina Iotti en CASA SOCIAL

Muestra exhibición

 

Nos propusimos darle forma a esta exhibición como proyecto curatorial de nuestro estudio Casa Social, para el cual pensamos y construimos un relato

sobre el trabajo de Carolina Iotti desde sus inicios en el mundo del arte, hasta su etapa actual como ceramista. 

El proceso partió de nuestro interés por revelar y crear una conexión a partir de sus primeros pasos hasta el presente. Ese interés fue formador de una construcción de ideas,

de imágenes y de experiencias, volcadas a la fusión del trabajo de Carolina con Casa Social.

Elaboramos un registro fotográfico que se basó tanto en su trabajo en el taller, con la intención de mostrar su práctica diaria y en las piezas interviniendo nuestro espacio,

aportándole una nueva configuración y tomando otra escala. Un registro que se convierte en archivo para el estudio.

 

 

 

 

 

 

La exhibición fue un medio para expresar el diálogo entre su práctica actual con la cerámica y parte de su historia que la involucra como bailarina de tango profesional,

el diseño de indumentaria y el dibujo como herramienta de representación.

Un breve recorrido por los inicios de su trabajo que, para nosotros, alimentan su obra y la identidad de sus piezas.

La instalación de las piezas propone una conversación entre ellas tomando protagonismo por su conjunto de formas geométricas y el uso del color.

La muestra refleja una diversidad de miradas, de tiempo y de espacio. Todo esto nos lleva a entender el trabajo de Carolina Iotti de hoy,

dándole la bienvenida de sus piezas a Casa Social.

 

 

 

 

 

 

 

Todas las fotos por Gustavo Ganci y Fernanda Gil para Casa Social, Buenos Aires, Mayo 2023.

 

 

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1 de Mayo, 2023

Carolina Iotti en CASA SOCIAL

Una construcción de bloques

 

Con Caro venimos trabajando desde el verano, cuando fuimos a visitarla a su taller ubicado a 100km de Capital, en San Antonio de Areco, una ciudad que amamos y de la que nos sentimos parte.

Antes de que terminara el verano y los días largos de sol, viajamos a su taller y compartimos un lindo día juntos, registrando el proceso de su trabajo.

 

 

 

Sus piezas de cerámica hablan de una identidad marcada por las formas geométricas y el color.
Donde el juego de volúmenes que se acoplan, construyen piezas escultóricas que impactan.


Su contacto con la cerámica comenzó desde el color y la pintura,
luego de una larga y profesional trayectoria como bailarina de tango.

 

 

 

 

 

 

 

Todas las fotos por Gustavo Ganci y Fernanda Gil para Casa Social, San Antonio de Areco, Marzo 2023.

 

 

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28 de Febrero, 2023

Vero Córdoba en CASA SOCIAL

Conocé la historia de Vero, sus inicios y su recorrido por el oficio de la cerámica

 

Nací en Córdoba Capital. Pasé mi infancia entre las Sierras Chicas y la ciudad. Mi primer contacto
con el monte cordobés fue a los 5 años, un contacto que se volvió cotidiano hasta mis veintitanto.
Creo que esta vinculación temprana con la flora y la fauna autóctona me hizo apreciarla de cierta
manera, como una parte mía, como un paisaje natural familiar, una primera huella, que con el
tiempo se fue desdibujando junto con el avance de las zonas urbanas hacia las periferias de la
capital. A la vez, pasé mis veranos de la infancia en Traslasierra, entre ríos y montañas, viendo el sol
salir detrás de las cumbres. Una perspectiva distinta a la que tenía en mi lugar. Allí volví en el 2021
para quedarme, con la llegada de mi hijo, quizá buscando esa sensación de apertura, descubrimiento
y asombro que se impregnó en la memoria de la niñez.

Hoy vivo en Las Rabonas, Traslasierra, al
pie de las Sierras Grandes o de Comechingones. Siento que esto influye en toda mi trama vital, en la
temporalidad con la que se despliega la vida cotidiana y los procesos, las búsquedas, las
afectaciones y vinculaciones con el paisaje. Lo que sucede afuera, en el tiempo de la naturaleza, va
proponiendo formas y tiempos a lo que se va construyendo en el adentro del taller. La presencia
imponente de las montañas, la dureza de la roca, convive con las suaves pendientes de los cerritos,
su manto verde, el dique la Viña allá a lo lejos, el río Los Sauces; la presencia hostil del espinillo se
matiza en la efímera delicadeza de las flores del monte. El viento apareciendo de repente. La lluvia
breve e intensa. El agua imprimiendo formas en el paisaje. Me gustan estos contrastes del monte
chaqueño. Aprendo a convivir aquí, con mi hacer artesanal, hacerme un pequeño lugar entre la
espesura, apreciar su existencia, dialogar.

 

 

De mi infancia tengo el recuerdo de mi viejo con sus dibujos técnicos sobre la mesa. Él es maestro
mayor de obra y a mi me parecía hermoso que se levantara temprano a dibujar. Algo solemne se
configuraba alrededor de ese hacer que era delicado, preciso y artesanal, a la vez que hacía parte de
una rutina de trabajo, una manera de autosustento. Siento que esa experiencia de trabajador
autónomo, de las manos abocadas a un hacer concreto, funcional y a la vez bello, dejó huella
profunda en mí. Siempre estuve haciendo cosas con las manos, distintas formas de transformar
materias, a veces jugando, a veces para sustento. Muchas experiencias junto con mi hermana que
también comparte el alma artesanal/manual. Cuando llegó mi acercamiento al hacer cerámico
recordé estas cosas de mi viejo y también fue un impulso de valentía para elegir el camino del
trabajo independiente, el oficio como forma de vida.

 

 

Llegué a la cerámica un poco de casualidad, sí puedo decir que fue amor a primera vista. Cuando
salí de mi primera clase de cerámica en el taller de la ceramista cordobesa Olga Tarditti supe que
quería dedicarme a esto para siempre. Eso fue en 2012. En 2014 abrí mi propio espacio y seguí
tomando clases hasta el 2017; formándome de manera paralela en otros espacios y sobre todo de
manera autodidacta en vinculación con la materialidad y el ejercicio de la técnica. Fue en 2014
también que comencé el trabajo con las arcillas locales, en un primer momento me deslumbró el
hecho de descubrir que el material que obtenía en paquetes ya listos venía de la tierra. El impacto
que tuvo la experiencia de estar por primera vez en una cantera, descubrir la veta, significó un
quiebre en mi búsqueda, en mi práctica, en mi vinculación toda con el hacer cerámico. Comencé a
investigar y transformar procesos; comencé a transitar un camino mucho más incierto, casi a tientas,
de la mano de la experimentación con el material local. Esto me llevó por muchas reflexiones, en
relación a los recursos, los procesos, al impacto de nuestros oficios; en relación al consumo; pero
también en relación a las materialidades y las estéticas. La posibilidad de que un objeto de cerámica
hable de o evoque un paisaje; habilite una vinculación, una afectación, una apertura sensible, táctil,
material, visual. Y en esa búsqueda me quedé.


En relación a la pertenencia a un grupo generacional, siento que dentro del oficio y del campo
artesanal, hay una búsqueda de volver a cierto orígen de las cosas, recuperar los haceres manuales,
la vinculación con la materia de manera directa; incluso lo observo en relación a otros movimientos
vinculados por ejemplo a la permacultura, a la agroecología, la alimentación, lo sustentable.
Personas de treinti tantos que quizá tuvimos otros trayectos de formación o estudio previos a llegar
a encontrarnos con los oficios después de haber pasado por trabajos monótonos y alienantes y que
de pronto descubrimos en el hacer manual una forma de vida que impulsó un giro, un cambio, una elección.

En el trabajo con el barro, lo que más me atrae es la continuidad del asombro en todos los procesos,
lo inabarcable del oficio, su amplitud, la posibilidad de moverme hacia distintas aristas. En
particular, me detengo y demoro con gusto en el momento de la extracción del material y su
procesamiento, porque propone salir, andar, conocer un territorio; estar inmersa en el paisaje;
apreciar la sutileza mineral. Y ser testigo de cómo después ese material, que parece dormido en la
veta, empieza a transformarse, a mostrar su personalidad, su potencial expresivo. Muchas veces me
habita la pregunta de qué querrá mostrar ese material de si, qué de eso podrá hablar del paisaje. Y
ahí aparece el deseo de transmitir esa pertenencia, o esa permanencia en un lugar, aunque sea
momentánea, pequeña: un estar ahí. Que las personas que se encuentren con el objeto puedan sentir
algo de ese paisaje que perduró en la pieza, tras todas las transformaciones.

 

 

 

Mi taller está ubicado en Las Rabonas, Traslasierra, Córdoba, a 2,5km de la ruta 14, que es la ruta
que une y costea todos los pueblos a lo largo del cordón montañoso de la Sierra de Comechingones.
Estoy hacia la montaña, a 1100mts de altura, desde aquí tengo una vista de la amplitud del valle y
también del sector norte de las sierras. Esta panorámica más amplia significó también un límite, un
perímetro, la posibilidad de definir un sector donde desarrollar la investigación de arcillas. Dentro
de este espacio, que tiene como hitos el camino de Altas Cumbres, pasando por el Río Los Sauces,
siguiendo hasta la Herradura y llegando hasta el Cerro Negro y Sierra de La Ventana, busco arcillas,
las investigo y de allí nacen los objetos. Desde la ventana de mi taller se ve el atardecer que se pone
en la zona de la Herradura, detrás de un pequeño cerrito, tiñendo el cielo de colores únicos. Me
gusta trabajar a la siesta/ tarde y cerrar el trabajo de taller con el sol que se pone. Tengo un banquito
en la puerta del taller donde me gusta sentarme a contemplar ese momento. Estoy en este espacio
desde hace un año y la sensación que más registro es de presencia. Siento que esa presencia es algo
que se trabaja a la par del laburo manual, con la materialidad y los tiempos de la cerámica. El laburo
se vuelve una especie de meditación activa donde las manos son las que van guiando.

Como parte de mi búsqueda técnica está el trabajo prioritario con la mano, con las formas que la mano puede,
que la mano propone. Por eso, excepto en trabajo puntuales que lo requieran, toda mi producción la
resuelvo con las manos, eventualmente una torneta (que me permite ir girando las piezas para
abordarlas desde distintas perspectivas) y un pequeño cuchillo sin mango. A veces alguna maderita
para perfilar ciertas formas. Y un cuerito que me ayuda en los acabados. Practico esta austeridad en
las herramientas, que aprendí habiendo compartido con alfareras de tradición, principalmente
olleras casireñas (de Casira, pueblo alfarero de la Puna Jujeña) porque encuentro ahí una
experimentación directa con lo básico, con lo primordial para poder hacer.

 

Cuando comienzo una serie o a trabajar en piezas nuevas, muchas veces vuelvo a bocetos. Siempre
estoy registrando a través del dibujo alguna forma, incluso alguna sensación, una palabra, un gesto
que me gustaría que esté presente en el objeto. Esos bocetos son como mapas, guías tentativas para
comenzar a trabajar; y sobre todo aparecen una vez que las pastas están listas. Ahí defino qué
arcillas usar, pensando también en qué me lleva a elegir esas sobre otras, a veces son propiedades
físicas o que me facilitan el desarrollo de la técnica; otras veces, la elección es más conceptual, y
quiero que algo presente en las arcillas conecte con el sentido o la forma o el acabado de las piezas.
En el taller trabajo sola; de todas maneras, las tareas son muchas y en general estoy en equipo con
mi pareja; él se hace parte de las búsquedas de arcilla; de juntar la leña. También amigxs que pasan
por el taller suelen sumarse a algunas actividades por curiosidad, por aprender, por compartir el momento.

 

 

Sobre la serie PARAJE

Comencé a desarrollar la serie PARAJE durante el año 2022, inspirada por la vista a la montaña que
tengo desde la ventana de la cocina de la casa. La búsqueda inicial fue comenzar a desarrollar
algunas formas más complejas con el modelado manual, condensar esas formas en una serie, que
evocara a la montaña, la piedra, el agua, los senderos. El contraste entre las líneas que delinean las
cumbres y las quebradas con lo desgastado y lo curvo de la piedra. También me interesaba generar
una atmósfera de silencio o calma que impregna al paisaje altoserrano. Su contundencia material
irrumpiendo en el espacio. Elegí trabajar con las arcillas de Niña Paula – un paraje en las Altas
Cumbres; esta arcilla es muy plástica y a la vez tiene mucha arena y mica. Estos contrastes en su
composición hacen que se equilibre naturalmente para ser trabajada y le dan a la pasta su
contundencia. Por otra parte, las piezas están quemadas a leña y tienen tonos grises, negros,
amarronados, violáceos por reducción en aserrín (la reducción es un procedimiento en que se sacan
las piezas al rojo vivo del horno y se las sumerge en una cama de aserrín o cualquier material
orgánico seco pulverizado; esto produce una disminución del oxígeno presente en la pieza que
produce cambio de coloración en el óxido de hierro presente en el cuerpo cerámico).


Elegí nombrar la serie PARAJE para hacer referencia a un lugar pequeño, a veces inhabitado, que
puede ser también un lugar para descansar o hacer una pausa. Pienso que esta atmósfera de silencio,
de vacío, este “paraje” también puede ser un lugar interior; o algo que desde el exterior – como por
ejemplo, con la presencia del objeto – puede motivar esa sensación interna, o una búsqueda hacia
ese descanso o detenimiento. Algo de pausar o vaciar el ritmo propio para entrar en el ritmo que
proponen estos objetos.

 

Todas las fotos por Gustavo Ganci y Fernanda Gil para Casa Social, Buenos Aires, Febrero 2023.